Comienzan a ser habituales los paseillos hacia la finca donde están sembradas las alubias.
¡Ya nacen!
Hace un par de semanas vi como uno de los niños, al salir del colegio, entregaba a su madre un bote de cristal lleno de algodón con una legumbre que ya había brotado dentro. Y pensé: ¿aún se sigue haciendo eso?
He rememorado esa imagen al ver lo siguiente en la finca:

Cuando nacen, parecen pequeñas plantas carnívoras que se retuercen para sacudirse la tierra de encima, mientras bostezan para exhalar un ramillete de hojas tiernas. Ahí están, comenzando a desperezarse con los primeros rayos de sol de la mañana.

Como no sembré todas las alubias al mismo tiempo, es evidente la diferencia entre las que fueron echadas 7 días antes y las que se sembré 7 días después. Las primeras ya están bastante más exhuberantes.

Mi padre, como todos los años, ha puesto varios aspersores para que, en caso de que tengamos un verano poco llorón, podamos regarlas.

Y, ahora, a seguir esperando y confiando en el destino.
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